Días después, y en cuestión de segundos luego de haber salido de la estación del metro, un ferviente deseo de sacarme la paloma y mostrársela a todo el que pasara invadió todo mi ser. Me controlé, y tuve que salir corriendo para controlar ese vulgar pero feroz deseo. En la noche pensé en lo sucedido, y no hallé explicación coherente al asunto.
Hace cuestión de un mes, y ya con los dos episodios anteriores en mente, me dispuse a salir cautelosamente de la estación cuidando que nada de lo anterior fuera a reincidir, pero no fué así: de manera descontrolada y vulgar, comencé a tocarle el culo a cuanta mujer pasara por el sitio. Ante la inminente coñazamentazón que mi iban a propinar los buhoneros, un P.M. llegó a mi rescate y me llevó detenido. A las 3 horas me pidió 100 lucas y me dejó ir. Esa noche medité mucho sobre lo ocurrido: ¿que carajos me estaba pasando?
Lo mas extraño de toda esta confusión, es que ahora cuando paso por la mismísima zona por donde ocurrió todo lo anterior, se me pasa por la cabeza meterme a marico.
Gracias a Dios y a los 12 apóstoles, nuestros siempre tan eficientes personeros del tren ejecutivo gubernamental, dieron con la causa de esta maldición gitana: la taza de Nescafé.
BINGO!
¿Como carajo no pude haber pensado esto antes?
Y es que en un nuevo acto de asertividad lógica y total eficiencia, la explicación lógica a todo este embarazoso asunto ya la dió el Director de Control Urbano de la Alcaldía de Caracas, Gorka Carnevalli, quien acertadamente descubrió que esta taza, de manera flagrante, atenta contra nuestra moral y buenas costumbres como ciudadanos.
Una especie oráculo maldito camuflado que pervierte a todo el que la vé. He ahí el por qué de mi conducta.
Nuestro gobierno nos protegerá de todas las tazas capitalistas que atenten contra nuestras exquisitas costumbres como caraqueños, y que de eso no quepa duda alguna.
Una vez mas, el gobierno bolivariano soluciona los males que nos aquejan.