jueves, 13 de agosto de 2009

¿La vida te ha hecho sentir que eres un personaje de Ben Stiller? Lee esto (1 de 2)



Hace poco menos de dos semanas, y por un espacio no mayor de 72 horas, mi vida fue lo mas parecido al show argentino de camara escondida Videomatch. Solo faltaron Yayo y el “cuarteto obrero” cantando épicas burlas de nuestra desgraciada y malaventurada suerte. Yo pienso que de alguna forma, Saturno se alineo con Urano, y Neptuno hizo catarsis expansiva de ondas negativas y pesimistas que obviamente mis antenitas de vinil recibieron en su totalidad, convirtiendo mi vida y la de mi primo-hermano en un verdadero show tragicómico digno de ser grabado y vendido al canal Humor Channel o Reality TV. Todo lo malo que puede ocurrirte en un viaje, nos ocurrió, y aunque hubo ciertos alicientes que catalizaron nuestros sentimientos de ira y frustración, nada puede hacernos obviar ni desmentir una afirmación ineludible:




ESTUVIMOS EN EL PEOR VIAJE DE NUESTRAS VIDAS.




Y eso es mucho que decir para dos personas de 25 y 35 años.




Tambien quiero tomar un tono de denuncia en contra de las compañías de transporte terrestre que se encargaron de hacer nuestras vidas un verdadero Hades, con Satán puyandonos los huevos con un tridente al rojo vivo.




A manera de bitácora, ilustrare lo que pasó:

Domingo 2/08/2009, 5:00 a.m. – Tras largas horas de espera, recibimos en mi casa la lamentable llamada para avisarnos que mi abuela materna había fallecido.

Domingo 2/08/2009, 9:00 a.m. – En comunicación directa con mi primo, acordamos viajar hacia el alejado pueblo oriental en el Edo. Sucre en ocasión del lamentable acontecimiento. Permanecer junto a nuestra familia era la prioridad. Salgo temprano a comprar un pasaje de autobús con la línea CRUCEROS DEL SUR DE ORIENTE. La hora de salida era las 3:00 p.m.

Domingo 2/08/2009, 3:00 p.m – Sin ningún tipo de novedad, abordamos un autobús del tipo “ejecutivo” en donde nos dispondríamos a soportar nuestra odisea de 8 horas rodeados de asientos malolientes y desvencijados, pero sobre todo, de gente niche, fea y maleducada.

Aquí empieza a tomar contraste el cuento:

Domingo 2/08/2009, 5:40 p.m. – Luego de una corta travesía, llegamos a la población mirandina EL GÜAPO, parada casi obligatoria para todo viajero cuyo destino es el oriente del país. Una estirada de piernas, una visita al retrete, y una visita a uno de los informales locales que expenden comida típica para el viajero: arepas y cachapas. Un cólera asegurado para los organismos menos inmunes.

Domingo 2/08/2009, 6:00 p.m. – Una vez habiendo comido, y disponiéndonos a regresar al bus en cuestión, para continuar nuestro viaje, encontramos que en el sitio en el que se suponía debía estar el bus estacionado, solo habían marcas de llantas y un profuso charco. Pues si, el temor de cualquier viajero se hizo realidad para nosotros: el autobús nos había dejado. Ni 20 minutos esperó el hijo de la gran puta chofer para montarse en su asiento, encender el motor de su aparatoso bus sin siquiera preguntar si estábamos todos a bordo. Hijos de puta también los pasajeros que fueron incapacez de decir nada.

Domingo 2/08/2009, 6:05 p.m. – El desespero de saberte abandonado en el medio de la nada, lejos de tu destino pero aun mas lejos de Caracas, nos llevó a acudir ante el único ente con aparente autoridad en 2 kilómetros la redonda: un módulo de transito, personeros inútiles por naturaleza, deficientes por oficio e inoperantes por vocación. No entiendo como dichos organismos aún se mantienen operativos: no tenían radio, no tenían teléfono, no tenían NADA en ese rancho al que llaman módulo, salvo por un T.V. 15” con un DVD marca Coby y un compendio de películas quemadas. Por fin, y ante nuestra desesperada insistencia, uno de los funcionarios llamó por su celular personal a la próxima comandancia de tránsito, ubicada mas o menos a media hora, en Puerto Píritu. Enseguida nos dijo que ya el autobús estaba "radiado" y que nos fuéramos en taxi hasta la susodicha comandancia.

Domingo 2/08/2009, 6:30 p.m. – Ya cayendo la noche, y en el absoluto medio de la anda, llegamos a la comandancia en cuestión, luego de solicitar un servicio de taxi, a manos de uno de los campesinos del pueblo cuyo desvencijado Ford LTD del 74 por poco se parte en dos en plena carretera. Una vez allí, sorpresa, sorpresa: los eficientes funcionarios de tránsito no se habían ni inmutado en pararse a ver si un autobús con las descripciones dadas por teléfono iba de pasada por el módulo. Lo mas que nos ofreció el “sargento” de guardia fue monte para orinar y una espera indefinida para que alguno de sus oficiales nos diera la cola hasta la parada de buses mas cercana: Clarines. Ya el desespero del que se sabe abandonado en un sitio inhóspito y rodeado solo de maleza y carretera, se hacía presa nuestros sentidos.

Domingo 2/08/2009, 6:55 p.m. – Luego de una incómoda espera, al fin uno de los fiscales en cuestión se dispone a darnos el aventón antes prometido. No pueden siquiera imaginarse las tozudeces que son capaces de decir unos fiscales mientras pasean en sus patrullas. Aún así, agradecemos bastante a estos muchachos que nos llevaron hasta Píritu, ya que al menos intentaron ayudarnos, así fuera mínimamente. Ya en Piritu, y ante la obvia ausencia del autobus en dicho poblado, los mismos fiscales que nos dieron la cola, se dieron a la tarea de parar uno de los autobuses que venía pasando, les explicaron nuestra situación y les pidieron que por favor nos llevaran al poblado mas cercano: Clarines


Domingo 2/08/2009, 7:20 p.m. - Una vez en Clarines, y luego de haber recibido el aventón de un buscama con dirección a Upata, ya la esperanzas se reducían a cero: obviamente no había ni rastros del autobús en cuestión. Al menos Dios no parecía abandonarnos del todo: otro chofer de una de estas líneas orientales, accedió a darnos la cola definitiva hasta Puerto La Cruz.

Domingo 2/08/2009, 8:15 p.m. – Ya en Puerto La Cruz, decidimos tomar un taxi que nos llevara hasta el Terminal, con una fe ciega en que tal vez alguien en Terminal se responsabilizaría por la línea que nos acababa de echar semejante montaña de mierda encima. Explicándole al taxista lo acontecido, éste nos explicó las pocas probabilidades de que nuestra empresa en el Terminal General tuviera éxito, y como por cosas del destino, nos ofreció llevarnos por un muy módico precio hasta la población de Cariaco, que finalmente era nuestro destino. Aceptamos la oferta de servicios, fuimos a un supermercado en lecherías, compramos insumos y enseguida emprendimos el viaje. Las cosas parecían volver a la calma.

Lunes 3/08/2009, 12:20 a.m. – Al fin llegamos al poblado en cuestión. Mas de 8 años teníamos sin pisar el pueblo de Cariaco, vimos todo cambiado: mas casas, mas pavimento, bancos a granel… Y por supuesto, lo que ya no falta ni el mas pequeño pueblo de nuestro país: malandros. Nuestra única referencia (y en antaño siempre fue así) era la plaza central del pueblo, por lo que decidimos que el taxista nos dejara allí mientras nuestros primos nos iban a buscar para por fin llegar al pueblo

Lunes 2/08/2009, 12:30 p.m. – Con lo poco que nos quedó luego de que el autobús se fuera con equipaje de mi primo (yo no llevé), hicimos la espera nerviosa en la plaza del pueblo, cuando de repente divisamos a un grupo de jóvenes que libaban licor en otro sector de la plaza. Acto seguido, dos de estos jóvenes caminan en dirección nuestra con una botella de ron en la mano. Ya el panorama era claro: nos iban a robar. Utilizando la jerga malandrística, se nos presentaron como seres amigables, inclusive ofreciéndonos del mismo ron que tomaban, eso antes de comenzar el trabajo psicológico de aquel que se dispone a asaltarte: preguntarte de donde eres, hacia donde vas, que hacías allí. Gracias a que mi primo es un tipo experimentado y conoce bien a este tipo de personajes, salimos ilesos de lo que era un robo seguro. Dos cigarros bastaron para que los seres nos dejaran en paz.

Y todo lo narrado anteriormente, es solo la primera parte de la anécdota.